Tras la primera entrada (SSD, a fondo (I)) toca rematar la faena. Segunda y última entrada de este especial, y en esta parte vamos a tratar el estado actual de esta tecnología, aspectos a tener en cuenta para comprar uno y, por supuesto, sacaremos nuestras conclusiones.
Este par de entradas son una breve introducción a los SSD, un conjunto de dispositivos que desde hace unos pocos años han empezado a asentarse en el mercado con cada vez más fuerza. Seguiremos hablando de ellos en el futuro, no me cabe la menor duda. Mientras, espero que la información plasmada en estas entradas os haya servido de ayuda.
SSD, a fondo
Estado actual de los SSD
Terminamos la primera entrada de este especial SSD, a fondo, comentando que tocaríamos el estado actual de este tipo de dispositivos. Así que aquí está.
La realidad es que aunque hayan bajado notablemente de precio, los SSD aún sigue siendo algo caros si los comparamos con el almacenamiento magnético. Hablamos de en torno a los 1.15 euros/GB para los modelos más baratos, aunque los precios de los mejores pueden dispararse hasta 1.70 euros/GB o incluso más. Lo común es encontrar SSD de 60 GB por 100 euros y de 128 GB por 200 euros.
Las capacidades de almacenamiento actuales más comunes son precisamente estas dos: 60 y 128 GB, aunque para el que lo desee existen modelos de 480 y 512 GB por precios poco sugerentes.
El precio hoy en día tal vez sea algo caro, pero ha descendido muchísimo en los últimos años y seguirá bajando en los próximos meses. Seguramente para mediados o finales de 2012 alcancemos el 1GB = 1€, que suele ser una barrera psicológica importante en el mundo del almacenamiento.
Lo que hay que tener en cuenta para comprar un SSD
Ya sabemos que las posibilidades de cómo usar la tecnología son muy amplias, y con ellas las configuraciones disponibles aumentan drásticamente. En este punto vamos a centrarnos en un SSD para nuestras casas, para nuestro ordenador doméstico y las tareas más cotidianas en nuestro uso diario.
Teniendo en cuenta este aspecto, son dos los parámetros que debemos tener en cuenta a la hora de comprar un nuevo SSD:
- La capacidad
- El rendimiento
Asumiremos que será un SSD de 2.5 pulgadas con interfaz SATA 2 o 3, preferiblemente la última opción si nuestro ordenador es compatible.
Capacidad de un SSD
Con los precios a los que se vende esta tecnología es necesario tener en cuenta que la diferencia es bastante amplia entre, por ejemplo, 128 y 240 GB de capacidad. Mi opinión personal es hacer uso del SSD para almacenar el sistema operativo y poco más, con lo que 64 GB deberían ser suficientes. Aún así la opción de 128 GB no es descabellada (ya comentamos que en torno a los 200 euros, más o menos) siempre y cuando contemos, en el caso de un equipo de nueva adquisición, con un presupuesto acorde.
Si hablamos de un ordenador portátil las cosas cambian, ya que generalmente sólo se permite la instalación de una única unidad física, con lo que los modelos de SSD de 240 GB (y superiores) ganan puntos. Ahora la pregunta es otra: ¿merece la pena hacer el cambio de HDD a SSD, reduciendo la capacidad disponible (los HDD de portátil ya superan el TB de capacidad) pero mejorando las prestaciones? Ahí cada uno es el que debe decidir. Si lo que buscas es una velocidad extra, merecerá la pena aunque es posible que salga bastante caro.
Rendimiento de un SSD
Dependiendo de la generación de SSD en la que nos fijemos, las velocidades de transferencia de información pueden ser de lo más dispares: desde unos 150 MB/s de los primeros SSD comerciales hasta los 500 MB/s en los modelos actuales más punteros.
Aquí hay que tener en mente varios aspectos:
- La velocidad de transferencia indicada por el fabricante no suele corresponder a la de un uso real. Ellos realizan pruebas (benchmarks) que determinan la velocidad en un tipo muy concreto de información, generalmente bloques leídos de forma secuencial. En la realidad la información suele estar dispersa por diversos bloques de la memoria.
- Las velocidades indicadas por el fabricante suelen ser, además, una cota superior teórica. En la realidad el rendimiento disminuye sustancialmente. También es cierto que a mayor límite superior, mejor funcionamiento general tendrá la unidad.
- Generalmente existen diferencias entre la velocidad de lectura y la de escritura, y en algunos casos ambas suelen ser bastante amplias. Si vamos a utilizar el SSD para el sistema operativo (y poco más) lo ideal es que lea muy bien, aunque una buena escritura nunca está de más. Hay que encontrar un equilibrio
- El chipset de un SSD se ha convertido en una pieza fundamental en un SSD. Uno de los mejores y más conocidos de la última generación es la familia de los Sandforce SF-2000.
Mi recomendación es que busquemos un SSD puntero bajo SATA3 (en torno a los 450-500 MB/s teóricos según el fabricante) para un equipo de nueva adquisición, y un SSD de gama media y SATA2 (entre 200 y 300 MB/s) si lo que queremos es actualizar un equipo con unos pocos años a sus espaldas.
Evidentemente esto puede cambiar radicalmente dependiendo del contexto del equipo, su uso, el software que utilice y su estructura de ficheros, el sistema operativo e incluso el cómo interacciona el usuario con su computadora. No es, ni mucho menos, una decisión trivial y universal.
Conclusiones
Los SSD aparecieron hace unos pocos años. Por entonces, aunque caros, ya empezaban a enseñar sus garras: dispositivos muy rápidos y que suponían una enorme diferencia respecto de un HDD. Pero aún eran caros.
En la actualidad, año 2011, aún siguen siendo caros pero ya empiezan a ser asequibles para ciertos usos. Por ejemplo, yo nunca compraría un SSD para un equipo de entrada (400-500 euros de ordenador) ya que considero que no merece la pena. Por contra, sí me lo plantearía para un equipo de gama alta (800 euros en adelante) en el que podemos jugar más con el presupuesto global. Una opción sería, por ejemplo, disminuir un poco el procesador y añadir un SSD de 64 GB que sirva como base para nuestro equipo.
El futuro de los SSD está claro: como toda la tecnología, seguirán bajando de precio y llegando cada vez a más ordenadores del mundo. Terminarán siendo un componente fundamental en nuestros ordenadores y seguramente reemplacen por completo al disco duro tradicional en ciertos equipos, el cual acabará siendo utilizado únicamente como sistema de almacenamiento masivo. Esto dentro de unos cuantos años, claro, pues la tecnología actual no está aún preparada para un cambio tan amplio.
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